El reloj avanza. Nada ni nadie puede detenerlo, ahí está, sigue su curso, omnipotente y todopoderoso, indiferente a nuestra presencia. No nos ve, no nos oye, simplemente sigue corriendo sin mirar atrás, sin detenerse en el detalle.
Nosotros, unicelulares a su lado, intentamos hacer eterno un momento de alegría y de paz, o pretendemos que corra más rápido cuando es la oscuridad la que nos acompaña. .. Imposible. El reloj no entiende de emociones. Podemos administrarlo con precaución y algo de sentido común, pero jamás conseguiremos controlarlo. Él es nuestro dueño, nosotros siervos a su merced y a sus caprichos. Rey entre todos los reyes, no hay claudicación posible, simplemente, ahí está.
Parece simple, fácil de entender. Si no se puede luchar contra algo INEVITABLE, el camino más amable es el de ceder y cambiar de actitud. No se trata de temerlo, si no de respetarlo. Pero no…
Profesionales de la dejadez y el aplazamiento, tendemos a postergarlo todo para otro día. Lo que nos incomoda, por supuesto, ya lo haremos mañana. Tampoco nunca es buen momento para realizar nuestros pequeños sueños… ya llegarán. Dejamos para más adelante nuestro propio bienestar, nuestras ilusiones, y las llevamos a un segundo plano, a veces incluso las enterramos en el olvido. Mil excusas.
Si hablamos de relaciones, hay veces que somos capaces de perdernos en discusiones absurdas, nos dejamos arrastrar por el orgullo y la tensión. Hacemos de un ridículo grano de arena el mismísimo Aconcagua. No sabemos frenar y ceder, dejamos para otro día la reconciliación. No sabemos perdonar… no sabemos pedir perdón. .. Seguimos perdiendo el tiempo. El reloj corre…
Es curioso, vivimos tan pendientes del futuro que se nos olvida por completo vivir el día a día. No sabemos disfrutar y apreciar lo bueno que nos brinda el breve momento de realidad que es el presente. ¿Alguien puede asegurar que mañana va a seguir aquí? El futuro existe, por supuesto, porque el tiempo no va a parar, pero somos seres vivos, nuestra existencia tiene fecha de caducidad. Con nosotros, o sin nosotros, el reloj seguirá…
Sólo un ejemplo, sin utilizarme a mí (que podría). Conozco la historia de un pobre hombre, recién jubilado, en muy buena posición económica, que se ha pasado toda la vida ahorrando cantidades alarmantes de dinero para realizar un sueño, llevar a su mujer a conocer el mundo entero. Podrían haberlo hecho antes, pero querían estar libres de responsabilidades, sin sogas en el cuello. Toda la vida trabajando 25 horas al día para poder cumplir su ilusión… Suena bonito y romántico… Habría sido precioso... Ella ha muerto… La mirada de desesperación de él no se puede explicar con palabras… Su impotencia es infinita… Se plantó delante de mí y me dijo: “Carmen, por favor, vive tu vida YA”. La experiencia es un recuento de patadas; la sabiduría, aprender de ellas. Historias como estas hay demasiadas...
El futuro es irreal, abstracto, relativo. Nadie puede asegurar con certeza que nos deparan las horas venideras. Cambios inesperados, no necesariamente a voluntad. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida… No digo que vivamos en un continuo derroche, no hay que ser alarmistas ni radicales, pero si creo que es necesario aprovechar cualquier ratito de felicidad que nos depare la vida e intentar cumplir nuestras ilusiones en el presente. No hace falta ansiar y estar pendientes continuamente de grandes metas, está muy bien tener ambición, pero no vivir solo por y para ella. Creo que es mucho más sencillo, solo debemos dejarnos llevar. El mañana llegará… o no. Callar nuestros sentimientos es improductivo y agonizante. Zancadillearnos nuestros propios pasos, absurdo. Es mejor tomar consciencia de lo que pasa ahora y ya, y actuar en consecuencia. Vamos a quedarnos con lo bueno y dejemos atrás lo que nos hace daño. Sólo es cuestión de actitud.
Es absurdo. No hay ningún motivo para desaprovechar ni un solo segundo del que nos corresponde vivir.
… ¿y si mañana no estamos?... ¿y si mañana no están?...
Os lo digo a vosotros… me lo digo a mí
CARPE DIEM
Carmen
Enciende tu bombilla
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