No confíes en mi voz… a veces miente…Mírame a los ojos… ellos nunca engañan…Presta atención a mi letra… esa soy yo…

Cien gatos (o Mil Excusas y pico)

 


(Desconozco el autor de la foto, simplemente la robé)

Qué se puede hacer cuando te controla un trauma de la infancia que no te permite elegir al hombre que tienes a tu lado. Qué se puede hacer cuando eres incapaz de aprender y darte cuenta de que llevas toda la vida equivocándote en amores y pasiones. Qué se puede hacer cuando tu miedo a volver a meter la pata te bloquea y te convierte en un ser hostil que vive en continua alerta. Esa maldita piedra que por más patadas que le de siempre vuelve a aparecer.
Soledad.
Mi vida amorosa siempre ha sido un jodido desastre. Recoge perros llegaron a llamarme, matrona de los casos imposibles los más amables... espantahombres por definición propia en la actualidad.
Hace tanto que estoy sola que yo lo llamo comodidad. En realidad sé que lo mío no es más que pánico autodestructivo. Fobia que me impide mantener una relación afectiva minimamente aceptable. Sí, lo sé, así es. El resultado es que me he rodeado de un bonito escudo de kryptonita para que ya nadie más, jamás en la vida, pueda intentar siquiera hacerme un poquito de daño. Ya no hay cabida en mí para un intento de acercamiento, ni siquiera para un te invito al cine y luego cada uno a su casita. Que va, para nada, no doy opción, simplemente no lo permito. Dejo ver mi armadura y acaban dando la vuelta para no seguir perdiendo el tiempo con la mujer de hielo, esa que los congela con una simple mirada. Encantadora que es una.
Mujer de las mil excusas que soy, alego que mi padre es mayor y me necesita, que mi hija es muy niña todavía y requiere de todo mi tiempo. Digo que no me importa estar sola, que incluso lo prefiero. Que es imposible que nadie se fije en mí porque ni soy guapa, ni tengo un cuerpo estupendo y encima soy mayor. Que vestir santos no debe ser tan horrible y que vivir con cien gatos debe hacerte sentirte bastante acompañada… Mil excusas y pico, las que sean necesarias, para no tener que afrontar una situación de desamparo emocional voluntario y para no tener que romper a hachazos limpios ese maldito escudo que forjé con tanto empeño y dedicación.
Y así me va.
Peripatética como nadie, permitidme que me insulte que me hace falta.
A quién le quiero hacer yo creer que no necesito a nadie que camine cerquita de mí, que me acompañe en días de sol y en días de sombra. A quién quiero convencer de que yo no preciso de palabras de aliento ni de cariño. A quién intento engañar diciendo que no me faltan ni abrazos ni caricias ni besos. Si es que no me lo creo ni yo.
Hace algún tiempo, después de una relación casi surrealista que me dejó bastante perjudicada, leí un libro de Silvia Salinas, “Todo (no) terminó”. Francamente bueno. Durante un breve espacio de tiempo mis ideas se aclararon y mi corazón se calmó. Volví a respirar. Habla sobre el periodo de duelo inevitable que hay después de una ruptura. Sobre el perdón, hacia tu ex y hacia ti mismo. Explica eso que siempre olvidamos, que en una pareja hay dos y la culpa está repartida. (“Siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo” Shakira). Habla sobre la aceptación y el respeto. Sobre el periodo que debes pasar a solas para poder asimilar todo lo que te ha sucedido y aprender de ello. Habla sobre las puertas que debes cerrar para poder abrir otras de nuevo, esta vez libre de rencores, de fantasmas, de frustraciones… Yo creo que mejor me lo vuelvo a leer…
Si mi máximo problema es que no sé elegir al hombre que se supone que está conmigo, quizás es que debo encontrar y arreglar algún tipo de cable chamuscado en mi cabeza. El amor existe, lo sé, lo veo todos los días. Sé que puedo vivir sola, no me voy a morir por ello, pero es que sería tan bonito encontrar un compañero de viaje… y si es eterno… pues mejor.
No quiero vivir con cien gatos

Sé que últimamente estoy de capa caída, que estoy algo así como diez metros bajo el suelo, pero es que me alivia hablar de mis temores, de mis nostalgias y de mis penas, me permite romper mejor mis ladrillos. Gracias por seguir conmigo

(Cualquier día de éstos olvido mi nombre y empiezo a firmar como Bridget Jones)




Carmen

Enciende tu bombilla